El encuentro fue inesperado. Hubo una época en que se preocupaba por ese momento, pero habían pasado ya muchos años. Con el correr del tiempo se fue olvidando y el recorrido por las calles de Buenos Aires se fue tornando un paseo más. Ya no espiaba como antes las arboledas y los zaguanes, entre los pasajes y las cortadas.
Curiosamente pensaba que el encuentro se iba a dar en esa galería de Corrientes que él tanto amaba y que con sus secretos encantos lo atrapaban constantemente. Por las dudas, nunca dejaba de mirar a los crotos de las estaciones y cuando se bajaba en Once, con recelo buscaba entre los desdichados que, borrachos y apelotonados, revisaban los tachos de basura peleándose con los perros del barrio. Pero no...ahí no iba a estar. De algo estaba seguro: el encuentro sería de noche. Y así fue.
Cuando la neblina brillante ya no lo inquietaba y los campanarios asustaban con el silencio, cuando por fin se dejaba llevar por los empedrados como un naufrago en agonía, fue entonces cuando se vio a sí mismo 30 años después.
Gracias Apolo por tus correcciones!
martes, 25 de septiembre de 2007
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